La sala de partos


Acababa de dar a luz y su cuerpo aún temblaba por el shock. Durante un minuto, no pudo reconocer quién estaba en la habitación ni quién le hablaba.
Su marido no dejaba de decir que examinaran al bebé, lo que la preocupaba. ¿Le pasaba algo al recién nacido? Su rostro era severo y ansioso. Algo le preocupaba.
Con muchas ganas


Lorena Quintero nunca se había sentido tan emocionada y nerviosa en su vida. Estaba embarazada de su primer hijo y cada día le parecía una eternidad mientras esperaba con impaciencia la llegada de su pequeño pedazo de felicidad.
Su marido, Tomás, de 37 años, asesor financiero autónomo, compartía su entusiasmo y juntos planificaban y preparaban la llegada con meticuloso detalle. Su pequeña casa de Yellowbridge, Nueva Jersey, se había convertido en un paraíso para el bebé.
Me toca a mí


Lorena, de 33 años y profesora de quinto curso, se puso delante del espejo y acarició suavemente su creciente barriga con una mezcla de emoción y temor.
Estaba embarazada de su primer hijo, y cada aleteo y patada de su interior la llenaba de una alegría indescriptible.
A su lado, Tomás, su marido, sonreía orgulloso, con la mano sobre la suya. “Vamos a ser unos padres increíbles”, murmuró, dándole un beso en la sien.
No quiero saberlo


Lorena sonrió, asintiendo con la cabeza. Llevaban una eternidad esperando este momento, y ahora que por fin había llegado, querían planearlo todo a la perfección. Desde la decoración de la habitación del bebé hasta los nombres, formaban un equipo ansioso por ser padres.
A pesar de la curiosidad de Tomás, Lorena había decidido desde el principio que no quería saber el sexo del bebé. Creía en la magia de las sorpresas y, además, mientras su pequeño estuviera sano, eso era lo único que le importaba.
En cada exploración prenatal, apartaba los ojos cuando el técnico se cernía sobre la zona que podía revelar el sexo del bebé, prefiriendo mantener el misterio.
Comienza el anidamiento


El corazón de Lorena palpitaba de expectación mientras acunaba su incipiente barriga. Las delicadas patadas y aleteos de su interior eran como dulces susurros de la vida que crecía en su interior.
Ella y su marido, Tomás, estaban entusiasmados, esperando con impaciencia la llegada de su primer hijo. Querían que todo fuera perfecto, desde la decoración de la habitación del bebé hasta los diminutos bodies que esperaban a su pequeño paquete de alegría.
No te lo dirá


A pesar de la curiosidad de Tomás, Lorena se empeñó en mantener el sexo del bebé como una sorpresa. Se deleitaba con el misterio, intuyendo que esperaban una niña. Cada aleteo, cada susurro interior parecía confirmar su creencia.
Pero Tomás, siempre ansioso por ser padre, no pudo resistir la tentación de saberlo. En secreto, visitó al médico, con la esperanza de desvelar el misterio. Pero el doctor tenía instrucciones estrictas de no divulgar el sexo hasta el nacimiento. Lorena no tenía ni idea.
Princesas, ponis y rosa


A medida que pasaban los días, Lorena se afanaba en preparar la casa para el nuevo bebé. No podía evitar dejarse llevar por los tonos rosas y los adornos con volantes, convencida de que iban a dar la bienvenida a una niña a sus vidas.
Pero a medida que se acercaba la fecha del parto, un sentimiento se instaló en su estómago -tal vez una intuición maternal- y le susurró el secreto que ansiaba conocer. En el fondo, estaba convencida de que esperaba una niña. Las señales parecían coincidir, desde la forma en que llevaba el vientre hasta los antojos de fresas y helado.
Tomás intenta averiguarlo


La intuición de Lorena le susurraba que iban a tener una niña. Lo sentía en cada aleteo y patada, en cada sueño que tenía sobre su bebé. Así que siguió adelante y adornó la habitación del bebé con todo de color rosa, imaginando fiestas del té y vestidos de princesa.
Un día, cuando Lorena estaba ocupada preparando la fiesta del bebé, Tomás desapareció sin dar explicaciones. Al principio, Lorena no le dio mucha importancia y supuso que tenía que hacer unos recados o que necesitaba un poco de tiempo para sí mismo. Poco sabía ella, Tomás tenía una misión secreta propia.
Descubrirlo juntos


Mientras asistían a las exploraciones, Lorena tomaba la decisión de que el sexo del bebé debía seguir siendo un misterio hasta el nacimiento.
Le encantaba la idea de la sorpresa, el suspenso y la alegría de descubrir juntos el sexo de su bebé.
Pero Tomás, siempre curioso, no pudo resistir la tentación de averiguarlo. Quería saber si iban a tener un niño o una niña. Tendría que volver sin Lorena.
Cada hombre tiene su precio


Entró en la consulta del médico con el corazón palpitando de nervios y expectación. Había luchado con la decisión de averiguar el sexo del bebé sin Lorena, pero al final había vencido la curiosidad.
Cuando el médico le reveló el tan esperado secreto, Tomás se quedó boquiabierto. No era lo que había esperado, pero la noticia lo llenó de una abrumadora sensación de felicidad.
Esconderse de Lorena


A pesar de las protestas de Lorena, Tomás hizo una visita secreta al médico, donde se enteró de la verdad. Al principio se sorprendió, pero pronto se llenó de felicidad al saber que iban a tener un bebé sano.
Tomás volvió a casa, incapaz de contener su emoción, y reanudó la ayuda a Lorena para preparar la llegada de su bebé. Le costó de sobremanera mantener la boca cerrada.
En su propia misión


Mientras tanto, Lorena seguía con su día a día, completamente ajena a la bomba que le esperaba. Tarareaba melodías para el bebé, arreglaba cuidadosamente las diminutas ropas y preparaba las flores para la fiesta.
Pero a medida que pasaban las horas y Tomás seguía ausente, un destello de preocupación la corroía. ¿Adónde había ido? Sabía que ella no podría subir las escaleras sin él.
Ella sospecha algo


Cuando por fin volvió a casa, Tomás fue recibido por Lorena con un aluvión de preguntas. “Me tomó veinte minutos más subir las escaleras”, se quejó.
Pero él desvió sus preguntas con una risa nerviosa, alegando que había perdido la noción del tiempo mientras hacía recados. Sin embargo, su mente se agitaba con el peso del secreto que ahora cargaba solo.
Un gran secreto


Aquella noche, mientras yacían en la cama, Tomás luchaba por conciliar el sueño, con los pensamientos consumidos por el conocimiento que tomaba. ¿Cómo podía ocultarle un secreto tan monumental a Lorena, la mujer a la que amaba más que a nada en el mundo? El peso de su silencio le oprimía el pecho, dividiéndolo entre la alegría de saberlo y la culpa de habérselo ocultado.
Mientras la luna proyectaba su suave resplandor a través de la ventana, Tomás se comprometió a encontrar la forma de encontrar el delicado equilibrio entre su deseo de compartir la noticia con Lorena y su promesa de respetar sus deseos.
Por el momento, sin embargo, el secreto seguía siendo una carga para él, un vínculo silencioso entre padre e hijo que esperaba a ser revelado a su debido tiempo. Pero aquella noche ocurrió algo terrible.
Una leve sonrisa


Tomás estaba acostado al lado de su mujer mientras ella leía un libro sobre paternidad. Tenía una leve sonrisa en la cara, claramente emocionada por lo que estaba por venir.
Lorena llevaba mucho tiempo esperando ser madre. Pero a su lado, Tomás no estaba nada contento. Su rostro se torcía de preocupación.
No podía evitar lamentar lo que había hecho. Se sentía un marido terrible, pero nada sería tan malo como lo que ocurriría unos días después.
Ella estaba lista


Antes de que se dieran cuenta, Lorena estaba en sus últimos días de embarazo. En ese momento, había asegurado que estaba preparada para ser madre.
Pero en los últimos días, algo cambió. Tenía la extraña sensación de que algo iba mal. Pero no podía explicarlo.
Su marido llevaba días distante y callado, y ella no entendía por qué. Se suponía que estaba emocionado. Pero esa noche ocurriría algo terrible.
Un día normal


Aquel día empezó como cualquier otro. Lorena se despertó a las siete de la mañana y tomó una ducha larga y fresca. Con nueve meses de embarazo, siempre tenía calor.
Pero cuando salió del baño, Tomás no aparecía por ninguna parte. Era extraño. Normalmente seguía en la cama.
Al principio, Lorena no le dio mucha importancia. Se secó el pelo y se vistió, pero cuando bajó las escaleras, se encontró con algo preocupante.
No estaba


Cuando entró en la cocina, esperaba encontrar a su marido junto a la cafetera, preparándose un café con leche, pero la casa estaba en silencio.
“¿Amor?”, llamó a través de la casa más silenciosa de lo habitual, pero no hubo respuesta. Caminó hacia la entrada.
El mismo terrible presentimiento volvió a invadir su corazón. Pero entonces vio algo junto a la puerta principal.
La nota


Justo debajo del estante de las llaves había una pequeña mesa junto a la puerta principal. Allí fue donde vio el pequeño trozo de papel doblado.
Se le encogió el corazón. Eso no estaba allí la noche anterior. Lentamente, se acercó a la nota doblada, preguntándose qué habría escrito su marido.
Con las palmas ligeramente sudorosas, tomó el papelito y lo desdobló. Pero no estaba preparada para lo que iba a encontrar.
Preocupada


Al instante se dio cuenta de la letra de su marido. Mientras ella estaba en la ducha, él decidió escribir una nota a su mujer.
Ella frunció el ceño cuando leyó lo que decía. “Necesito tiempo para mí. Voy a salir. Llámame si necesitas algo. Te quiero”, decía.
Esto preocupaba a Lorena. Su marido llevaba un tiempo raro. ¿Era posible que estuviera temiendo el nacimiento del bebé? Pero ese día pronto se convertiría en trágico. ¿Dónde había ido Tomás?
¿Dónde estaba Tomás?


¿Por qué esa repentina necesidad de estar solo? Estaban a punto de tener su primer hijo. Necesitaba estar alerta en todo momento por si Lorena se ponía de parto.
Y eso podía ocurrir en cualquier momento. Estaba sola y le preocupaba que, si llegaba el momento, no pudiera hacer nada sin su ayuda.
¿Pies fríos?


¿Qué le había pasado? Últimamente estaba muy callado y retraído. ¿Era la versión del embarazo del acobardamiento? ¿Tomás no estaba preparado para ser padre?
Lorena pensó que estaba muy emocionado. Los dos lo habían deseado, y o bien era una sorpresa o un error que se hubieran quedado embarazados.
Sola


Lorena estaba muy embarazada y se acercaba la fecha del parto. Por desgracia, su marido Tomás la había dejado sola sin ninguna explicación.
Sabiendo que podía ponerse de parto en cualquier momento, Lorena se sintió ansiosa y asustada. Sin embargo, decidió aprovechar la oportunidad para investigar.
Quizá encontrara algo que explicara el reciente cambio de comportamiento de su marido. Tomás siempre había sido reservado con su trabajo.
Fuera de los límites


Su despacho siempre estuvo fuera de los límites de Lorena. Pero con la casa para ella sola, Lorena decidió arriesgarse y colarse en su despacho.
Esperaba encontrar alguna pista. Podrían ayudarla a entender por qué Tomás había estado actuando tan extraño últimamente.
A pesar de sentirse culpable por husmear, Lorena no pudo resistir el impulso de descubrir la verdad. Con pasos cautelosos, subió las chirriantes escaleras.
Su espacio personal


Su corazón latía a mil por hora. Nunca le habían permitido entrar en el despacho de Tomás.
Él siempre lo consideraba su espacio personal, donde podía trabajar sin distracciones. Pero hoy, algo dentro de ella la instaba a echar un vistazo.
Sabía que tenía que seguir sus instintos. Al alcanzar el final de la escalera, se detuvo un momento para recuperar el aliento y calmar los nervios.
Cerrado


Mientras se dirigía hacia la puerta, el corazón le latía deprisa. Le temblaban las manos.
Sabía que él siempre cerraba la puerta con llave. Pero tenía que entrar, así que tomó aire e intentó abrirla.
Como era de esperar, estaba cerrada. Buscó en todos los bolsillos de su bolso, con la esperanza de encontrar una llave de repuesto, pero fue en vano.
Un juego de llaves maestro


Sintió un rayo de esperanza cuando recordó que tenían un juego de llaves para cada puerta de la casa. Rápidamente se dirigió a los cajones donde sabía que estaban las llaves.
Pero, para su consternación, no estaban por ninguna parte. Buscó por todos los rincones de la casa.
Las llaves seguían sin aparecer. Cuando estaba a punto de darse por vencida, vio una pila de libros viejos y polvorientos en un rincón de la habitación.
Abrió la puerta


Se dirigió hacia ellos y empezó a quitarles el polvo, con la esperanza de encontrar las llaves escondidas en alguna parte. Al cabo de unos instantes, por fin las encontró.
Tenía el juego de llaves maestro en las manos. Estaban cubiertas de polvo y parecía que hace años que no se utilizaban.
Rápidamente las desempolvó y probó la llave en la cerradura. Se sintió aliviada cuando escuchó el clic del pestillo y la puerta se abrió.
Entrando en el lugar prohibido


Había entrado y por fin podía relajarse. Mientras Lorena entraba de puntillas en el despacho, no pudo evitar una sensación de excitación mezclada con culpabilidad.
Sólo había vislumbrado el espacio desde la puerta mientras su compañero trabajaba, pero ahora tenía vía libre para explorarlo.
Sabía que violaba su intimidad y sus límites personales. No pudo resistir la tentación de descubrir el origen de su extraño comportamiento.
Pesado con polvo


La habitación estaba poco iluminada, y la única fuente de luz era el resplandor de la pantalla de un computador. Lorena se acercó sigilosamente al escritorio, procurando no pisar.
Cuando se asomó al interior de la habitación, se dio cuenta de que lo que había descubierto iba mucho más allá de lo que había previsto. Lo cambiaría todo.
La habitación estaba a oscuras. Tomás prefería tener las cortinas cerradas. El aire estaba cargado de polvo y Lorena tuvo que contenerse para no toser.
Un cajón que no reconocía


Lorena vio pilas de documentos sobre el escritorio e interminables tazas de café en un rincón. Entonces vio un juego de cajones que no recordaba haber comprado nunca.
Lo abrió, esperando encontrar dentro el recibo de compra. Pero no tenía ni idea de lo que se iba a encontrar.
Pero dentro la esperaba algo mucho más siniestro. Entonces, con las manos temblorosas, tomó un trozo de papel.
Una carta


Sus ojos se posaron en algo que hizo que el corazón se le cayera al estómago: tomó la carta, pero estaba dirigida a otra persona.
Sabía que no debía leerla, pero le picó la curiosidad. Cuando empezó a leerla, se le llenaron los ojos de lágrimas y supo que su vida iba a cambiar para siempre. Abrió la carta y leyó su contenido.
Fue entonces cuando sintió un gran alivio. Era una carta dirigida a una mujer, pero de hacía meses, en la que se hablaba de la organización de un baby shower. Lorena no sabía por qué sospechaba tanto. Dejó todo como estaba y cerró la puerta de su despacho tras de sí. Ahora sólo tenía que esperar a que él volviera a casa.
¿La iba a dejar?


A Lorena le aterraba la idea. No podía imaginarse que él la abandonara a ella y a su bebé recién nacido a su suerte. Había leído tantas historias terribles sobre madres solteras.
¿Iba a ser ella también una? ¿Cómo podía Tomás hacerle esto? ¿A ellos? ¿O estaba interpretando demasiado la nota? Quizá volvería pronto. ¿O no lo haría?
No contento


Lorena se frotó el vientre instintivamente. Sentía que su bebé estaba a punto de nacer.
Por su mente pasaban todo tipo de pensamientos. ¿Estaría su marido aquí para ayudarla a llegar al hospital?
Lo necesitaba más que nunca y él decidió salir corriendo. No le gustó su comportamiento.
Egoísta


Miró el reloj. Ya había pasado una hora. Quizá había ido a dar un paseo o a correr para despejarse. Convertirse en padre era un gran paso en la vida de cualquiera.
Quizá sólo estaba pensando en cómo iba a cambiar su vida. ¿Pero no era algo sobre lo que podían reflexionar juntos como matrimonio? Lorena no podía entender lo egoísta que estaba siendo Tomás.
No es él mismo


Lorena suspiró para sus adentros. Tomás no había sido él mismo en mucho tiempo, y estaba empezando a pensar que era culpa suya.
Dejó la nota donde la había encontrado y se dirigió hacia el salón. No quería llamar a Tomás, pensaba que necesitaba su espacio.
Pero al sentarse en el sofá, sintió un extraño dolor punzante en el abdomen. Pero fue sólo un momento. Si al menos supiera lo que estaba pasando.
Una sensación extraña


Lorena se estremeció cuando la extraña sensación apareció por primera vez. No se parecía a nada que hubiera sentido antes. Por suerte, el dolor desapareció un segundo después.
Al principio asustada, Lorena intentó convencerse de que no había nada de lo que preocuparse. Pensó que tal vez se trataba de un calambre.
A medida que avanzaba el día, se olvidó por completo de la extraña sensación. No fue hasta la noche cuando recibió un terrible recordatorio.
Sola en casa


Eran las seis de la tarde y Tomás aún no había llegado a casa. Lorena empezaba a preguntarse dónde estaría y si estaría bien. Normalmente nunca se quedaba fuera hasta tan tarde.
Estaba sentada frente al televisor, mordiéndose las uñas mientras esperaba escuchar sus llaves en la puerta. Pero nunca lo hizo.
Fue justo después de las seis cuando apareció la misma sensación extraña de antes. Pero esta vez fue mil veces peor.
Llamando a una ambulancia


Lorena se acurrucó de dolor mientras se sentaba en el sofá, un sonido terrible saliendo de su boca. Nunca antes había sentido algo tan doloroso.
Pero esta vez, el dolor no desapareció. De repente, se sintió aterrorizada. ¿Qué le estaba pasando a su bebé?
Estaba sola, pero sabía que tenía que hacer algo. Tomó todas sus fuerzas para arrastrarse por el suelo y llamar a una ambulancia.
Vinieron a ayudar


La ambulancia llegó enseguida, pero Lorena seguía sola en casa, acurrucada en el suelo del salón.
En cuanto la encontraron, la conectaron a todo tipo de aparatos y le hicieron cientos de preguntas. Estaba asustada.
Lorena lloraba por su marido mientras la llevaban al hospital. ¿Y si le pasaba algo a su bebé?
La llamada


Tomás tenía una conversación íntima con su cuñado sobre el sexo del bebé y lo que había hecho.
Llevaba semanas sintiéndose fatal por haber ido al médico sin el consentimiento de Lorena. Se sentía tan culpable que apenas podía mirar a su mujer a la cara.
Estaba en medio de una conversación cuando recibió la llamada del hospital. Fue entonces cuando subió a su auto y corrió hacia allí.
Enfadado consigo mismo


Podría haberse dado una patada a sí mismo. ¿Cómo había podido ser tan egoísta? Allí estaba, desahogándose por algo que había hecho, y se había olvidado por completo de que Lorena podía necesitarlo en ese momento.
¿Por qué la dejó así? Estaba tan enfadado consigo mismo. Desearía haber estado allí cuando ella se puso de parto.
Culpándose a sí mismo


Todo tipo de pensamientos horribles pasaban por su mente en ese momento, mientras ella corría hacia el hospital. ¿Y si les pasaba algo malo a Lorena y al bebé?
Sería culpa suya, pensó. Si algo les ocurría a alguno de los dos, sólo podría culparse a sí mismo. No estaba siendo un buen marido ni un buen padre.
Lo que podría haber pasado


Se le llenó la cara de lágrimas al pensar en lo que podría haber pasado. Prometió estar siempre ahí para su mujer y su hijo.
Esperaba no haber llegado demasiado tarde. Quería estar allí para presenciar el nacimiento de su bebé, aunque ya sabía el sexo. Sólo quería estar ahí para Lorena.
Lo último que quería hacer


Deseó no haber ido a ver al médico. Podría haber esperado con Lorena. Pero lo carcomía. Tenía tantas ganas de saber que le llevó a ocultarle cosas a su mujer.
Era lo último que quería hacer. Y ahora, por eso, podría perderse el nacimiento de su primer hijo.
¿Lo consiguió?


Pisó el acelerador, decidido a no perderse uno de los acontecimientos más importantes de su vida.
Cuando llegó al hospital, corrió a la recepción. El pánico se apoderó de él. Miró a su alrededor. ¿Había llegado a tiempo para el nacimiento de su bebé o se había perdido el parto?
El médico


Aquella fue la noche más aterradora de las vidas de Lorena y Tomás. Cuando llegó al hospital, Lorena estaba en una habitación privada, llorando sola.
“Cariño, ¿estás bien?”, le preguntó al entrar corriendo por la puerta. Se sentó junto a su mujer y la tomó en brazos. Estaba tan contenta de que estuviera allí que ni siquiera pensó en la nota.
“La enfermera dijo que el médico vendría a hablar conmigo pronto”. Pero en cuanto esas palabras salieron de su boca, entró el médico.
Los resultados


El hombre tomaba la carpeta de Lorena en la mano cuando entró en la habitación. Pudo ver el miedo en sus ojos.
Sonrió en un intento de calmar sus nervios. “Señora, ¿ha escuchado hablar alguna vez de Braxton Hicks? Son esas contracciones que se tienen cuando el cuerpo se prepara para el parto”, le explicó.
“También se conoce como falso parto. Tú y tu bebé están bien. Te sugiero que descanses un poco antes del gran día. Será pronto”, dijo el médico.
Le sentó bien


Lorena dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba tomando. Ella y Tomás estaban más que aliviados. Se fueron a casa, agradecidos de que todo estuviera bien.
Esa noche, se abrazaron en la cama, felices de estar a su lado. Lorena se dio cuenta de que un día a solas había ayudado a Tomás.
Estaba más cariñoso que en las últimas semanas. Ella se lo agradeció. Pero pocos días después, ocurrió lo inesperado.
Ya viene el bebé


Entonces llegó el día en que a Lorena se le rompió la fuente y el parto la invadió como un maremoto de sensaciones. Con el apoyo incondicional de Tomás, salieron de casa con los nervios a flor de piel.
Cuando a Lorena se le rompió la fuente , la emoción de la anticipación se transformó en la urgencia de la acción.
Se apresuraron a ir al hospital, Lorena haciendo gestos de dolor durante las contracciones y Tomás tomándola de la mano con fuerza.
Un parto difícil


Lorena se movió incómoda en la cama del hospital, agarrando con fuerza la mano de Tomás mientras otra contracción recorría su cuerpo. El sudor le brillaba en la frente y respiraba entrecortadamente mientras el dolor aumentaba y disminuía.
“Tomás, duele”, susurró, con la voz entrecortada por el esfuerzo. “Lo sé, amor, lo sé”, murmuró Tomás, con los ojos llenos de preocupación mientras apartaba un mechón de pelo de la frente de Lorena. “Lo estás haciendo muy bien. Aguanta”.
Esperan una niña


A pesar del dolor, una oleada de emoción recorrió el corazón de Lorena. Después de meses de anticipación y preparación, su bebé por fin estaba en camino. Se moría de ganas de tomarla en sus brazos, de maravillarse con los deditos de las manos y de los pies, de experimentar la abrumadora oleada de amor de la que hablaban todos los padres.
Pero en medio de la emoción, persistía un destello de aprensión. Lorena había optado por no averiguar el sexo del bebé durante las exploraciones, prefiriendo la sorpresa cuando llegara el momento. Sin embargo, Tomás había sentido curiosidad y no había podido resistir la tentación de saberlo.
Ya casi está fuera


A medida que las contracciones se intensificaban, Lorena pensaba en la ropa y los adornos rosas que había elegido meticulosamente para la habitación del bebé. Cada detalle se había planeado pensando que iban a tener una niña. Y en el fondo, Lorena no podía evitar la sensación de que estaba en lo cierto.
Las horas pasaron entre el dolor y la expectación hasta que, por fin, con un último empujón, su bebé llegó al mundo. El corazón de Lorena se llenó de alegría al escuchar los pequeños gritos, y las lágrimas de alivio corrieron por sus mejillas.
Conocer al bebé


Las horas se hicieron eternas mientras Lorena trabajaba, cada contracción la acercaba más al encuentro con su precioso bebé. Su marido estaba a su lado, grabando todo el parto.
La exhausta madre intentaba apartar la cámara de su cara mientras culpaba a su marido de lo que le había hecho. Y entonces, por fin, llegó el momento: un grito resonó en la habitación, un coro de nueva vida.
El parecido


Las horas pasaron borrosas, llenas de dolor y expectación. Y por fin llegó el momento. Las enfermeras pusieron al recién nacido en brazos de Lorena, envuelto en una manta. Tomás animó a Lorena a desenvolverlo para que pudiera ver bien a su bebé.
Agotada pero eufórica, Lorena alcanzó a su bebé mientras las enfermeras envolvían el pequeño bulto en suaves mantas. La voz de Tomás la tranquilizaba mientras la instaba a que lo mirara más de cerca.
Bien envuelto y doblado


Las enfermeras envolvieron cuidadosamente al bebé en una manta antes de ponerlo en brazos de Lorena. Lorena miró al bebé con el corazón rebosante de amor. Pero cuando empezó a desenvolver la manta, la confusión se reflejó en su rostro.
Con manos temblorosas, Lorena fue retirando las capas de manta, con el corazón palpitando de expectación. Pero al descubrir la última capa, la confusión se apoderó de su rostro. Debajo había otra manta que envolvía a su bebé en el misterio.
Juegos de hospital


Miró a Tomás, buscando respuestas en sus ojos, pero lo único que encontró fue una sonrisa traviesa en sus labios.
Se preguntó cómo podía jugar en un día como aquel, con el corazón hecho un torbellino de emociones.
“Tomás, ¿por qué hay otra manta debajo?”, le preguntó, con la voz temblorosa por la incertidumbre. No estaba de humor para sus bromas infantiles.
Manta tras manta


La sonrisa de Tomás se ensanchó, con un brillo travieso en los ojos, mientras intercambiaba una mirada cómplice con las enfermeras. “Sigue desenvolviendo, cariño”, dijo, con la voz llena de emoción.
Con manos temblorosas, Lorena siguió quitando capas hasta que, por fin, alcanzó el fondo. Y allí, en el centro, había un jersey blanco adornado con un sencillo mensaje.
¿A quién me parezco, mamá?


La confusión parpadeó en los ojos de Lorena mientras retiraba las mantas. La sonrisa de Tomás era enigmática mientras la observaba, con una expectación evidente en sus ojos. Con cada capa que retiraba, el corazón de Lorena se aceleraba. “¿Parezco un chico?”
Bajo las mantas, Lorena descubrió un suéter blanco con un críptico mensaje bordado. “¿Parezco un chico?”, rezaba, y a Lorena se le cortó la respiración. Miró a Tomás, con la mente tambaleante por la incredulidad. La habitación pareció contener el aliento cuando se dio cuenta. Tomás lo había sabido desde el principio: iban a tener un niño.
Estaban en ello


Lorena tenía la respiración entrecortada mientras miraba las palabras, con la mente luchando por comprender.
Y entonces, al darse cuenta, una mezcla de emociones inundó su corazón. “Tomás, ¿qué… qué es esto?”, balbuceó, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
Pero antes de que Tomás pudiera responder, la puerta se abrió de golpe y los miembros de su familia entraron en la habitación, con los rostros llenos de emoción. “¡Sorpresa!”, exclamaron al unísono, llenando el aire de risas.
Un bebé diferente


De repente, todo cobró sentido. Tomás lo había sabido todo el tiempo, escabulléndose al médico para satisfacer su curiosidad mientras le ocultaba el secreto a Lorena. Y ahora, rodeados de sus seres queridos, se deleitaban con la feliz revelación.
Lorena no pudo evitar reír entre lágrimas, con el corazón rebosante de amor por el hombre que había orquestado un momento tan memorable. Y mientras miraba a su precioso bebé, supo que su viaje no había hecho más que empezar.
Alegría


Mientras la habitación se llenaba de risas y alegría, Lorena no podía evitar sentirse abrumada de amor por su marido y su nuevo bebé.
A pesar de la conmoción y la confusión iniciales, sabía que ese momento sería un recuerdo imborrable.
La sonrisa traviesa de Tomás lo decía todo mientras rodeaba a Lorena con el brazo y tiraba de ella mientras admiraban juntos a su hijo.
Los padres más afortunados del mundo


En aquel momento, rodeados de sus seres queridos, se sintieron los padres más afortunados del mundo.
Mientras contemplaban a su hijo recién nacido, Lorena y Tomás sabían que su viaje como padres no había hecho más que empezar.
Y con cada momento que pasaba, aceptaban los retos y las alegrías que les depararía la paternidad, agradecidos por el amor y el apoyo que les rodeaban.
Un padre orgulloso


El bebé tenía casi todos los rasgos de su padre. Tomás estaba orgulloso de tener un hijo.
Estaba impaciente por enseñarle tantas cosas como su padre le había enseñado a él.
Se emocionaba sólo de pensarlo. Iban a ser un gran dúo padre-hijo. Lo iba a llevar a pescar e ir a partidos de fútbol y de béisbol. La lista era interminable.
Una madre agradecida


Lorena mira a su marido y a su hijo recién nacido con el corazón lleno de gratitud. A pesar de los giros inesperados del día, no podía evitar sentirse bendecida sin medida.
Mientras acunaba a su hijo en brazos, se maravillaba ante el milagro de la vida y la fuerza de su amor.
En ese momento supo que, fueran cuales fueran los retos que les esperaran, los afrontarían juntos como una familia. Y por eso estaba infinitamente agradecida.
La ropa rosa


Lorena pensó entonces en toda la ropa rosa que había comprado para el bebé. Se rió para sus adentros. Estaba segura de que iban a tener una niña.
Lo único que podían hacer ahora era donar la ropa rosa y comprar ropa nueva. Sabía que alguien menos afortunado se lo agradecería.
Un niño


“Parece que tenemos que redecorar”, dijo con una sonrisa, imaginando ya la habitación del bebé transformada con tonos azules y toques de aventura.
Y mientras tomaban a su hijo en brazos, Lorena sabía que, por muchas sorpresas que los aguardaran, las afrontarían juntos, como una familia unida por el amor, la risa y algún que otro giro inesperado.
La revelación de sexo más extraña


A Lorena se le llenaron los ojos de lágrimas, una mezcla de sorpresa, alegría e incredulidad que inundó sus sentidos. Se volvió para ver a los miembros de su familia, que habían estado al tanto del secreto, sonriendo con complicidad.
A pesar de las lágrimas, Lorena consiguió reír, con una mezcla de emociones bullendo en su interior. “¿Lo sabían?”, exclamó, mirando a Tomás con incredulidad. Enseguida vio las similitudes en el rostro de su hijo.
Así somos


Tomás asintió tímidamente, revelando que había grabado todo el momento en vídeo, con la intención de presentarlo a America’s Funniest Home Videos. Su sonrisa pícara suavizó el shock inicial de Lorena, y pronto ambos estaban riendo entre lágrimas.
En ese momento, mientras contemplaban a su recién nacido, Lorena se dio cuenta de que la verdadera alegría de ser padres no residía en la certeza del sexo ni en la perfección de los planes, sino en las infinitas sorpresas y misterios que les aguardaban en este viaje de amor y descubrimiento.
Y mientras tomaba a su precioso bebé en sus brazos, supo que su familia estaba completa, sin importar las vueltas y revueltas que se avecinaban.
El carácter es lo que cuenta


Cuando la realidad se hizo realidad, Lorena se dio cuenta de que la habitación del bebé, llena de decoración rosa, necesitaría un cambio.
La mayoría de sus amigos también habían comprado regalos y juguetes para niñas. Pero no le importaba, porque su hijo aprendería lo mejor de ambos mundos.
Pero en ese momento, rodeada de amor y risas, supo que, independientemente de la combinación de colores, su hijo sería apreciado sin medida. Y así empezó su viaje hacia la paternidad, lleno de sorpresas, risas y mucho amor.