La crianza puede ser al mismo tiempo la etapa más estresante pero también la mejor en la vida de una persona. Traer un pequeño al mundo y cuidarlo es algo incomparable. Pero eso también significa que existen historias graciosísimas que padres e hijos han compartido a lo largo de los años.
Viaje de culpa
Una madre llamada Karly compartió su historia: ella y su hijo estaban disfrutando de un antojo en la mesa: pizza. Su hijo, Logan, devoraba la pizza con hambre, pero tenía algo que su madre no.
Karly miró al otro lado de la mesa y observó la salsa para mojar de su hijo. Era una rica salsa de queso azul, algo que ella no pidió para sí misma, pero que quería para mojar la corteza. No pensó que habría ningún problema, pero su hijo hizo lo que la mayoría de los niños hacen cuando no quieren compartir.
Pero la respuesta de su hijo fue clásica. Le permitió mojar la corteza en la salsa, pero no sin antes soltar un largo suspiro. Karly decidió hacer lo que mejor hacen las madres: hacerlo sentir culpable. Le recordó que lo había llevado en su vientre durante nueve meses, a lo que su hijo respondió: “¿En serio, mamá? ¿Cuánto tiempo más vas a andar en ese scooter?”
No la mejor cocinera
Una mujer llamada Karen compartió una historia sobre su cocina una noche. Había estado usando pavo molido y pollo en sus recetas y quería ampliar su repertorio, pero según su hijo, ya los había usado en demasiados platos.
Ella admitió que no era la mejor cocinera del mundo, pero no tenía idea de lo que su hijo diría esa noche. Después de la última cena con esa proteína, le dijo a Karen que no le gustaba la cena. El esposo de Karen detuvo de inmediato al hijo y le hizo disculparse y decirle algo bonito a su madre. Sus palabras fueron: “Gracias, mamá, por intentarlo.”
Un sirviente
Un hombre llamado Jim compartió una historia sobre su experiencia en una boda familiar. Uno de sus nietos tenía solo ocho años y decidió dar un discurso. Le dijo a todos en la boda que Jim trataba a su esposa como a una reina. Jim se emocionó y pensó en buscar otro cumplido, pero no tenía idea de lo mal que saldría. Sonrió a su nieto y le preguntó: “Si ella es una reina, ¿qué soy yo?” Jim esperaba una respuesta halagadora. El niño, sin dudarlo, dijo: “Un sirviente.”
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