Nuevas investigaciones de la Universidad de Buffalo han descubierto una preocupante relación entre la contaminación del aire y la salud mental, siendo los barrios históricamente redlineados los más afectados. El estudio revela que los residentes de estas zonas sufren de manera desproporcionada los efectos de los contaminantes, lo que conduce a un aumento de las visitas a urgencias por trastornos de salud mental.
Un legado de desigualdad
El redlining, una política discriminatoria de vivienda que data de la época del New Deal, ha dejado una huella duradera en muchos barrios del estado de Nueva York. El gobierno federal solía calificar a las comunidades según el riesgo percibido para los préstamos, y los barrios predominantemente afroamericanos eran considerados los más “riesgosos” y marcados en rojo en los mapas.
Aunque esta práctica fue prohibida oficialmente en 1968, las consecuencias persisten. Hoy en día, estos mismos barrios experimentan mayores niveles de contaminación del aire debido a su proximidad a zonas industriales y autopistas, lo que ahora parece estar directamente relacionado con peores resultados en salud mental.
El impacto invisible de la contaminación
El estudio, dirigido por la Dra. Eun-Hye Enki Yoo y el Dr. John Roberts, analizó datos de 17 ciudades de todo el estado de Nueva York, centrándose en la relación entre la contaminación del aire y la salud mental. Los investigadores encontraron que los niveles elevados de material particulado fino y dióxido de nitrógeno, dos contaminantes comunes, se asociaron con un aumento en las visitas a urgencias por problemas de salud mental.
De manera alarmante, esta tendencia fue más pronunciada en las comunidades redlineadas. Cuando los niveles de contaminación aumentaban, las visitas a urgencias en estos barrios crecían un 1,04% por material particulado fino y un 0,44% por dióxido de nitrógeno, generalmente dentro de los dos días siguientes.
Los efectos persistentes del redlining
Curiosamente, los barrios que alguna vez fueron calificados como de bajo riesgo por la Administración Federal de Vivienda—principalmente zonas blancas—no mostraron el mismo aumento en las visitas a urgencias cuando subían los niveles de contaminantes. El estudio también halló que las personas expuestas a temperaturas medias (entre 40 y 70 grados Fahrenheit) y aquellas menores de 18 años o entre 35 y 64 años eran las más afectadas. Estos hallazgos sugieren que la exposición al aire libre juega un papel significativo en cómo la contaminación afecta la salud mental.
De Nueva York a todo el país
Las implicaciones del estudio van más allá del estado de Nueva York. La Dra. Yoo está colaborando ahora con la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón para replicar el estudio a nivel nacional. Con el apoyo de una subvención de casi 500.000 dólares de la Agencia de Protección Ambiental, Yoo planea instalar 30 monitores de aire en el East Side de Buffalo, una comunidad predominantemente afroamericana. El objetivo es recopilar datos más localizados, lo que podría allanar el camino para cambios en las políticas que aborden estas disparidades en salud.
Esta investigación subraya la importancia de abordar la justicia ambiental como un componente crítico de la salud pública. Los efectos persistentes del redlining y la contaminación no solo ponen de manifiesto las inequidades sistémicas que enfrentan las comunidades marginadas, sino que también señalan la urgente necesidad de intervenciones específicas.
Recursos:
ScienceDirect: Differential effects of air pollution exposure on mental health: Historical redlining in New York State
Britannica: Redlining
EPA: Air Quality
Referencias:
University at Buffalo: Air pollution harms mental health more in New York’s historically redlined neighborhoods
Technology Networks: Air Pollution Seems to Harm Mental Health Worse in New York’s Historically Disadvantaged Neighborhoods
